top of page
Canasta1-2020.png

YO SOY; NO TEMÁIS

  • Foto del escritor: Pr. Herman Gajardo Pastén
    Pr. Herman Gajardo Pastén
  • hace 13 minutos
  • 2 Min. de lectura

“16. Al anochecer, descendieron sus discípulos al mar,

17. y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.

18. Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba.

19. Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo.

20. Mas él les dijo: Yo soy; no temáis.”

Juan 6:16-20


Los discípulos de Jesús se embarcaron con rumbo a Capernaum, pero Jesús no iba con ellos, pues Él se había ido al monte a orar. En el intertanto una tempestad comenzó a formarse en el mar, y los discípulos comienzan a preocuparse. Si se fijan en lo paradójico de la situación, por un lado Jesús después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, planifican viajar a Capernaum y continuar la predicación del evangelio, pero Jesús, a pesar de lo tremendo que había sucedido, Él decide ir al monte a orar, a agradecer a su Padre, a conversar en privado sobre los próximos pasos a dar, y la hora avanza y su oración dura hasta pasada la medianoche, y ningún discípulo lo acompaña, pues todos abordan el bote que los llevaría al otro lado del mar a la ciudad que sería su próximo destino de predicación.


Y aquí en el bote es donde ocurre a la misma hora, algo totalmente opuesto a la situación de Jesús quien estaba con el Padre allí en el monte, pues en el bote comienzan a sentirse las amenazas del fuerte viento y el gran oleaje de las aguas, y el miedo comienza a invadirles, la desesperación por un posible naufragio ronda en cada uno de ellos, y Jesús, no está con ellos en la embarcación. Quizás muchas veces alguno de nosotros nos hemos sentido desesperados por las circunstancias que nos rodean, el fuerte viento de los problemas, y notamos que todo sigue empeorando, y aunque creemos en Dios, nos sentimos débiles y no sentimos su Presencia en esos momentos de ansiedad. Y de repente, en medio de la tempestad, vemos una figura que camina sobre el mar, y más nos asustamos, y alguien grita que es un fantasma, y la desesperación aumenta… pero escuchamos esa dulce voz que en medio de nuestro miedo, aquieta nuestra alma: “Soy yo, no tengan miedo”, y la tranquilidad y la alegría vuelven a nuestra vida,a nuestra embarcación, y al igual que los discípulos, nos alegramos que Jesús ya está con nosotros, trayéndonos su paz. Gracias a Dios que su Presencia se manifiesta en donde hay un corazón contrito y humillado. Procuremos no sólo disfrutar de sus milagros y maravillas, sino también de subir al monte y tener intimidad con el Padre.


Pr. Herman Gajardo P.

ree

Comments


bottom of page